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Archive for September, 2011

Jugando para Madagascar
El irreproducible nombre de nuestro personaje puede ser conocido sólo en su país de origen, Madagascar, aunque durante la última década fue el capitán de la selección de su país y futbolista símbolo de la misma. Sin embargo, la historia que le envuelve sí logró alcanzar fama mundial el 31 de octubre de 2002, cuando fue protagonista de un tan ingenioso como penoso método de protesta ante las decisiones arbitrales, algo que muchos -profesionales o no- han querido hacer en su carrera.
Para situarnos, debemos decir que Razafindrakoto nació el 13 de agosto de 1974 en la ciudad de Antananarivo, en la isla de Madagascar. Creció futbolísticamente en las juveniles del AS Jirama, y fue allí donde debutó en la Primera División de su país, en 1997, siendo bastante mayor, pero habiendo mostrado las cualidades necesarias para competir en la élite de su país.
Tras jugar algunas temporadas en este pequeño equipo, fue transferido en 2002 al Stade Olympique de l’Emyrne, conjunto que en ese momento era el actual campeón de la Liga local, y que buscaba reforzarse con futbolistas del mismo medio. Este defensa central se incorporó rápidamente al club, al punto de convertirse titular durante ese primer año.

Al finalizar el torneo, cuatro conjuntos estaban igualados en la cima de posiciones, y por eso la Federación de Fútbol decidió que se enfrentasen, entre todos, en once días, y así poder determinar al campeón de ese año. Los mismos eran el propio SOE, el AS Adema, el US Ambohidratrimo y el Domoina Soavina Atsimondrano, conocido como DSA.
El AS Adema, uno de estos equipos, había sacado una buena ventaja, y con el empate 2 a 2 del DSA frente al SOE, donde jugaba Razafindrakoto, se aseguró el título a falta de una jornada de la competencia, ya que contaba con ventaja deportiva por haber sido el más goleador en la fase regular. El problema fue que, el empate del DSA, sobre el final del encuentro, llegó producto de un penal inexistente, lo que provocó la ira del SOE, que veía como el título era para su eterno rival.

Al jugar tres días más tarde justamente el Adema con el SOE, se produjo el respectivo sorteo de capitanes, que nuestro “héroe” ganó, escogiendo comenzar el partido con el balón en su poder. Increíblemente, tan pronto pitó el árbitro, los futbolistas del SOE comenzaron a pasarse el balón hacia su portería, hasta que el mismo Razafindrakoto anotó un gol en propia puerta. Esta instancia se repitió 149 veces durante los 90 minutos del encuentro.

En ese lapso, el entrenador del equipo, siguió alentando a sus futbolistas a que hicieran esta maniobra antideportiva, dejando en claro que había sido él el impulsor de la idea y sus jugadores los ejecutantes. Incluso, el árbitro del encuentro no atinó en ningún momento a suspender el mismo, atado al reglamento. Los futbolistas del Adema miraban perplejos el espectáculo, mientras los espectadores se fueron del estadio a medio tiempo, exigiendo que les devuelvan su dinero.
Luego de ello, la Federación decidió suspender al manager del club Ratismandresy Ratsarazaka, al propio técnico Zaka Be, y los futbolistas Manitranirina Andrianiaina, Nicolas Rakotoarimanana y el portero Dominique Rakotonandrasana, además claro de Mamisoa Razafindrakoto, lo que provocó un escándalo, porque eran habitual representantes en los partidos de Madagascar. Incluso, al estilo NBA, al SOE se le comenzó a llamar los “149ers”.
Posteriormente, y tras cumplir con su purga particular, hasta finalizar el año 2002, fue transferido en el 2006 al USCA, que curiosamente también era el último campeón. Desde entonces forma parte de este equipo, siendo el capitán y habiendo representado en muchísimas ocasiones a su país, aunque nunca repitiendo este increíble acto de rebeldía.

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Conocido simplemente como Kalusha, este futbolista oriundo de Zambia, ha logrado captar la atención de un deporte, en un territorio determinado, a niveles que difícilmente pudieran verse en muchas partes del mundo, pero más allá de eso, su vida encuadra una historia digna de ser contada, ya que no conoció de fronteras ni cargos.
Para empezar, debemos decir que este jugador nació el 16 de agosto de 1963 en Mufulira, Zambia, en el seno de una familia más bien de clase media, dentro de la cual comenzó a destacar en el deporte junto a sus hermanos Benjamin -mayor y Joel -menor- los cuales también tuvieron algunas destacadas apariciones en representación de su tierra.
Con sólo 16 años, se incorporó al Blackpool de su ciudad, donde comenzó a hacer sus primeras armas profesionales, destacándose como un interesante delantero, aunque sin demasiada capacidad goleadora. Sin embargo, tras un año en ese equipo, pasó al Mufulira FC, el más importante de la ciudad, donde llegaría a hacerse famoso para toda la región.
Fueron cinco temporadas en este conjunto, en las que Kalusha se afianzó como un futbolista interesante, y comenzó a llamar la atención de varios clubes europeos, que no se atrevían a contratarlo porque desconfiaban de su adaptación a una liga más competitiva. Igualmente, desde 1983 era un habitual en las convocatorias de Zambia.
Sin embargo, en 1985, el Cercle Brugge se decidió a ficharle, y su pasó por el club fue realmente aceptable, anotando 30 goles en 95 encuentros a lo largo de cuatro temporadas. Incluso, fue el máximo goleador del club en su primer año, y elegido el mejor futbolista del plantel en los dos primeros. En esta etapa, además, fue protagonista de un “hat-trick” a Italia, en los Juegos Olímpicos de 1988 en Seúl, que aumentó notablemente su reconocimiento, siendo distinguido como “Jugador Africanos del Año”.
Al año siguiente, el PSV Eindhoven, siempre atento a las perlas surgidas en Bélgica, se adelantó a otros equipos interesados y se aseguró su contratación, la misma que le permitió ser entrenado por Bobby Robson, y coincidir con futbolistas de la talla de Romario, Gerald Vanenburg, Eric Gerets, Wim Kieft y Hans van Breukelen. “Entrenar con todos ellos fue una gran experiencia, ese fue el punto cúlmine de mi carrera” aseguró hace poco Kalusha en una entrevista. Allí formó parte además del equipo holandés que ganó las Eridivisie de 1991 y 1992.
En el América

Concretamente en 1993, Kalusha estuvo muy cerca de la muerte. Él era, desde luego, uno de los pocos futbolistas zambianos que jugaban en Europa, y su selección debía trasladarse hacia Senegal, para disputar un encuentro clasificatorio al Mundial de Estados Unidos. Todos sus compañeros habían salido desde su país, pero en aviones militares, ya que los vuelos comerciales eran demasiado costosos para ellos, y él – el capitán- debía unírseles volando directamente desde Holanda.

Sin embargo, el piloto cometió un error fatal y el avión se estrelló al poco tiempo de despegar, sobre el océano, en la zona de Gabón, causando la muerte de los 30 pasajeros, incluidos 18 futbolistas de los 20 convocados. Además de Kalusha, el otro sobreviviente fue Charles Musonda, que jugaba en el Anderlecht pero estaba lesionado.
Luego de ello, se convirtió en el único referente de un combinado plagado de juveniles, siendo también el capitán del mismo en la Copa África de 1994 que se disputó en Túnez. Increíblemente, Zambia demostró un fútbol alegre y vistoso, y llegó a la final de la competencia, aunque perdió la misma con Nigeria por 2 a 1, lo que no invalidó que fueran recibidos como héroes a su vuelta.
Más tarde, y de forma sorprendente, aceptó marcharse al América de México, que buscaba un futbolista exótico pero bien visto internacionalmente. El propio Kalusha manifestó muchas veces luego que había sido un honor para él haber jugado en el “mejor estadio del mundo” y más aún el haber sido idolatrado por los fanáticos de las “Águilas”. Con este equipo, logró convertir 21 tantos en 88 encuentros, gracias a la gran dupla conformada con el camerunés François Omam-Biyik.
Sus compañeros fallecidos

Luego de allí, totalmente acostumbrado a la vida en México, pasó por el Necaxa, donde estuvo en 1997, y más tarde tendría aventuras en el Al Wahda de Arabia, antes de regresar, para formar parte de León, Irapuato, Veracruz y Correcaminos, donde finalmente abandonaría la práctica profesional, en el año 2000.

No obstante, siguió entrenándose por su propia cuenta para poder seguir formando parte de la selección de Zambia, y así lo hizo hasta el 2004, cuando completó 21 años al frente del representativo de su país. Incluso, al momento de su retiro, ya se había convertido en el entrenador de los “Chipolopolos”, y en ese doble rol convirtió un histórico gol ante Liberia, con 41 años, que fue el 100º en sus 147 apariciones para Zambia.
De todas formas, no llegó a clasificar a su nación para el Mundial de Alemania, aunque permaneció
en el cargo de cara a la Copa África de Egipto. Pero la eliminación de su país en primera ronda, significó el alejamiento definitivo de Kalusha del cargo, siendo a partir de allí embajador de su país ante la FIFA, desempeñando el rol de “Estudios Técnicos” en los Mundiales de 2006 y 2010.
Incluso, fue durante algún tiempo vicepresidente de la Federación de Fútbol de Zambia, y desde 2008 es el presidente de la misma institución, además de ser miembro del Comité Permanente de la FIFA y la Confederación Africana de Fútbol. Sin dudas, una historia para remarcar, la de un hombre que por talento y fortuna, ha sabido ser el máximo exponente del fútbol en un país ignoto para este deporte.

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Cuando conté la historia de Jacobo Urso, no pensé que me vería en la dificultad de tener que subtitular otra de ellas bajo el mismo nombre. Pero como no hay mejor manera de explicar los sucesos acontecidos con John Thomson, y considerando que probablemente más futbolistas hayan corrido esta suerte, dejo inaugurada aquí una especie de sección, “morir por los colores”.

Una leyenda del Celtic
De este guardameta hay que decir, en principio, que nació en Kirkcaldy, Escocia, el 28 de enero de 1909, y que se crió junto a su familia en la comunidad minera de Cardenden. Su padre trabajaba en el yacimiento llamado “Bowhill”, mientras que su madre se ocupaba de la casa y de los niños. Mientras tanto, él acudía al colegio Denend Auchterderran, donde comenzó a demostrar sus dotes para el deporte.
De hecho, sus primeros pasos en una portería los dio en el equipo de la institución, cuando jugaba con algunos alumnos mayores y hasta profesores, que estaban totalmente azorados por sus condiciones innatas para el fútbol, en crecimiento por aquel entonces. Junto a ellos, ganó la Copa local Lochgelly Times, y en una de las página del diario barrial, su maestro N. Lawton, aseguró que era un “guardameta de nacimiento, que constantemente practicaba para superarse”.
Cuando cumplió 14 años, y ya seguro de no querer continuar con sus estudios, ingresó a trabajar junto a su padre en la mina Bowhill, siendo su tarea en este establecimiento asegurarse del buen funcionamiento de los carros, que se encontraban a más de cien metros por debajo de la superficie. Pero su llegada a este empleo, también le significó unirse al equipo de la minera, el “Rovers”, que disputaba algunos amistosos luego de la jornada.

Al año siguiente, sus proezas ya eran conocidas en toda la región, y fue llamado por el Wellesley Juniors para unirse a su plantel, oferta que aceptó gustoso, apareciendo en una de las publicaciones más importantes de la ciudad, el diario “Fife Free Press”, que aseguraba que habían “desenterrado” a un verdadero campeón.
Luego de dos años de excelentes actuaciones con este conjunto, corrió el rumor en la ciudad de que el entrenador ni más ni menos que del gigantesco Celtic de Glasgow, Willie Maley, estaba buscando un portero de garantías para afrontar la siguiente temporada. Tras observarlo en un amistoso frente al Denbeath Star en octubre de 1926, finalmente el técnico se convenció, e hizo firmar un contrato al joven Thomson, de apenas 17 años, por una campaña, a cambio de diez libras.
En un principio, igualmente, había sido relegado al banco de suplentes por el veterano Pedro Shelvin, y así fue hasta el 5 de febrero de 1927, cuando el propio Maley decidió quitar a éste del equipo, luego de que encajara tres anotaciones “fáciles” en la victoria del Celtic ante el Brechin City, por 6 a 3.
Luego de ese partido, Thomson sería titular indiscutido hasta el final de la temporada, ayudando al Celtic a terminar segundo en la Liga, sólo por detrás del Rangers, y a ganar la Copa de la Liga, gracias a una estupenda actuación en la final frente al East Fife, en la que se equipo se impuso por 3 a 1. A partir de allí, sólo era cuestión de tiempo para que se le abrieran las puertas de la Selección de Escocia.
Y eso logró al cabo de poco tiempo, haciendo su debut en mayo de 1930 frente a Francia, y disputando luego encuentros ante Gales, Irlanda del Norte e Inglaterra, siempre con convincentes actuaciones.
Su vida deportiva en el Celtic siguió de maravillas, hasta el 5 de febrero de 1930, ante el Airdrieonians, cuando intentó una parada prodigiosa -que finalmente logró- tras la cual se chocó contra uno de los palos de la portería, produciéndose una fractura de mandíbula, diferentes lesiones en las costillas, y la pérdida de dos de sus dientes.
Al ser consultado sobre la prensa acerca de por qué se había arrojado contra el palo, John aseguró que había visto la pelota, y que no tenía otro objetivo que evitar que la misma ingresara. Sin embargo, su madre Jean tenía una opinión distinta, y le pidió que dejara de jugar al fútbol, ya que estaba segura de que “un día se mataría”.
La desafortunada jugada
Al año siguiente, no obstante, ya estando totalmente recuperado de ese accidente, logró vencer nuevamente en la Copa Escocesa, al derrotar en esta oportunidad en la final al Motherwell, en tiempo adicionado, por 4 a 2. A la postre, se trataría de las dos únicas conquistas que el guardameta obtendría al frente del Celtic.
Ya era toda una celebridad, y por eso mismo su casamiento ese año con Margaret Finlay, hija de John, el Manager General de la “Edinburgh Collieries Company Limited” y fanático del Celtic, fue un acontecimiento de gran calado social. A tal punto profesaba su amor la pareja, que era usual que ella fuera a verlo a cada encuentro, algo que no sucedía con las esposas de los futbolistas en esa época.
Pero todo cambiaría, o finalizaría, el 5 de septiembre de 1931, en uno de los clásicos del Old Firm, cuando el Celtic visitaba al Rangers en un colmado Ibrox Park, con cerca de 80.000 personas en las gradas, entre las que se encontraba, justamente, su esposa Margaret. El primer tiempo del partido transcurrió con total normalidad, y la expectativa para el segundo era total, considerando que se jugaban buena parte del campeonato allí.
Al comenzar esta etapa, se produjo una jugada en ataque del Rangers, en la cual John golpeó su cabeza con el atacante local Sam English, produciéndose una fractura de cráneo, y también la rotura de una de sus arterias del cuello. Inmediatamente, Thomson fue retirado del campo de juego en camilla, siendo que la mayoría de los espectadores no conocían la gravedad de la lesión y sólo pensaban que estaba mareado.
Cuentan algunas fuentes -video-, de todas maneras, que en medio del silencio de la multitud que observaba el terreno de juego, y la salida del guardameta, una mujer gritaba desconsoladamente. Luego, Jim Thomson, hermano de John y quien se encontraba junto a su cuñada, confirmó que había sido ella misma la autora de los gritos.
La tumba en su honor
Las ambulancias del hospital St. Andrews lo atendieron al instante, derivándolo a la clínica Victoria de Glasgow, donde se le diagnosticaron varias heridas en la cabeza, sufriendo además a las pocas horas una serie de convulsiones que empeoraron su estado. Por esa misma razón, el doctor Norman Davidson le operó de urgencia, pero sus esfuerzos no dieron resultados, y fue declarado muerto, pasadas las nueve de la noche.
La conmoción en el fútbol escocés al momento de consumarse la tragedia era total. Incluso el propio English manifestó su pesar en numerosas ocasiones, aunque nadie podía realmente echarle la culpa de lo ocurrido. No obstante, ante la amenazas del público escocés se marchó al Liverpool de Inglaterra, y se retiró en 1938, admitiendo que esa situación le había quitado la alegría.
El 9 de septiembre, cuando se produjo su funeral en Cardenden, acudieron al mismo unas 30.000 personas, y allí mismo se gestaron algunas de las estrofas de la canción que hoy está más vigente que nunca en su honor, escrita por Arbor Hill. Recién en 2008, y tras años de insistencia de Tom Greig, quien escribió la biografía de nuestro héroe, Thomson fue admitido como parte del Salón de la Fama del Fútbol Escocés.

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Zhang Yalin, como se escribe en su China natal, pues los apellidos van primero, nació el 19 de abril de 1981, en Dalian, provincia de Liaoning, en el seno de una familia de clase media, cuyos miembros hombres practicaban deportes habitualmente. Dentro de ellos, el chico mostró rápidamente no sólo habilidad, sino también un gran amor por el fútbol, aún insipiente en esta parte de Asia.

Por esa misma razón, con apenas nueve años fue incluido en la academia del equipo Dalian Wanda, fundado apenas en 1983, y que por ese momento se encontraba tratando de reclutar jóvenes valores de la ciudad, para poder competir a nivel nacional en un futuro. Fue justamente en este conjunto donde comenzó a demostrar sus habilidades para posicionarse por delante de la defensa, recuperando balones.
Allí siguió jugando hasta los 16 años, cuando cansado de no tener oportunidades en el club, aceptó una oferta de los vecinos de la ciudad, el Dalian Yiteng, fundado en 1994 y que, directamente, buscaba jugadores para su primer equipo. Zhang seguía siendo una de las promesas de la región, y no le costó hacerse con un hueco en este conjunto del ascenso chino.

Fue entonces que completó su adaptación al fútbol profesional, y por eso tras apenas un par de años en el Yiteng, el conjunto más grande de la ciudad, el Dalian Haichang, se interesó por sus servicios, abonando incluso una buena suma por el futbolista, por entonces de 19 años.

Con la característica “26”
Ya en su primer año en el equipo, Yalin se afianzó como titular indiscutido, dándose a conocer en todo el país, y logrando que se le apodara “el Makelele chino”. En esa misma temporada, junto a sus compañeros logró conquistar la antigua Primera División, hasta ese momento denominada “Jia-A League”, algo que también conseguiría en 2001, 2002, y 2005, ésta última vez bajo su nombre de “Super League”.
Entremedio, en 2003, fue escogido para integrar el seleccionado sub23 de su país que acudiría a los Juegos Olímpicos de Atenas al año siguiente, pero al momento de acudir a esta cita, sufrió una lesión que le dejó fuera de los terrenos de juego varios meses, logrando además que se frustrara su posibilidad de ser traspasado a un conjunto de la Ligue 1 de Francia que le pretendía.
En 2006, ya asentado como uno de los mejores jugadores Asia, y siendo toda una celebridad para la prensa, comenzó un romance con la modelo y actriz china Jia Nini, con la que se casó ese mismo año en medio de una multitudes de curiosos que querían ver el “sí” de la pareja, y teniendo una hija en 2007, a la que decidieron llamar Shi-gamma.
Su boda paralizó a la ciudad
Todo marchaba perfectamente, hasta que a finales de 2008, más concretamente el 28 de noviembre, jugaría el que a la postre fue su último encuentro para el club. Luego de estar todo el partido en cancha, Yalin comenzó a sufrir un dolor en el pecho, que “era normal”, según sus propias palabras, debido a la cantidad de kilómetros que corría en cada partido. Sin embargo, por la noche la incomodidad no cesó, ni tampoco al día siguiente.
Por eso, acudió a realizarse un chequeo en las instalaciones del club, y fue allí que se le diagnosticó una enfermedad en los ganglios linfáticos, en estado avanzado. Para que la prensa no especulase acerca de su condición, y también como una terapia psicológica en medio de los tratamientos físicos, Zhang siguió formando parte de las convocatorias del Haichang, aunque ya casi no ingresaba a los terrenos de juego.
Su funeral
A pesar de luchar casi dos años contra esta enfermedad, en medio de la conmoción pública, Yalin falleció el 14 de febrero de 2010 por un linfoma en su sistema linfático, según confirmaron los médicos. Tenía apenas 28 años, y una prometedora carrera, que si bien no había alcanzado las expectativas de su juventud, aún tenía muchísimo para dar, y ya no hablemos de su vida personal, con una hermosa familia recién formada.

Al comienzo de la liga de ese año, el Dalian Shide, como se llama actualmente el viejo Dalian Wanda, decidió retirar la camiseta “26” que Zhang había vestido durante los siete años que se mantuvo en el equipo, donde pasó la mayor parte de su adolescencia, dejando un recuerdo imborrable.

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Diario El Gráfico, de Argentina, al otro día

Víctor Lobatón fue un jugador peruano, de la década del ´60 especialmente, que tuvo la oportunidad de compartir un terreno de juego con alguno de los más grandes futbolistas que ha dado su país, como por ejemplo Héctor Chumpitaz, con quien además de la selección compartió equipo en el Universitario de Lima. Sin embargo, su vida y la de toda una nación se vio sacudida el 24 de mayo de 1964, cuando se produjo una de las mayores tragedias del deporte a nivel mundial.

Es que se estaba jugando la clasificación a los Juegos Olímpicos de Tokio de ese año, y Sudamérica había determinado que acudirían a la cita los dos conjuntos mejor clasificados en un sistema de todos contra todos. Para ese momento, Argentina era la cómoda líder, mientras que Brasil y Perú luchaban desesperadamente por el segundo puesto y el boleto a Japón.
Ese día, concretamente, se encontraban en Lima Perú y Argentina, siendo que los locales tenían la posibilidad de alcanzar a un Brasil que había resignado puntos en su camino, y la expectativa era total. El Estadio Nacional fue el recinto elegido, y quedó chico a pesar de su capacidad, en consideración de la cantidad de gente que quedó esperando fuera. Para evitar su ingreso, los responsables de las puertas de acceso las trabaron con candados.
Ya avanzado el encuentro, y manteniéndose la victoria visitante por 1 a 0 a pesar del mejor juego de los peruanos, se produjo una jugada en su ataque, en la Lobatón logró empujar el balón al arco desguarnecido de un portero argentino Cejas que había quedado tumbado tras un choque con el mismo en la previa de la acción.
Los 50 mil aficionados presentes -aunque la asistencia oficial era menor- gritaron el gol con todas sus fuerzas, con las típicas “avalanchas” sudamericanas, pero de pronto, el árbitro del encuentro, el uruguayo Ángel Eduardo Pazos, corrió hacia donde estaba Cejas tendido, con una de sus manos en alto, y la inequívoca señal de que había cobrado una jugada peligrosa de Lobatón.
Los fallecidos en la tragedia

El silencio en el estadio fue absoluto. Pero en cuestión de segundos, una gran cantidad de fanáticos peruanos se intentaban trasladar hacia la tribuna sur para llegar hacia el árbitro y poder agredirlo por la sanción. Cuando los policías advirtieron esto, fueron al choque de los hinchas, golpeándolos y multiplicando su sed de venganza.

En ese momento, Germán Cuenca Arroyo, mejor conocido como el “Negro Bomba”, se lanzó al terreno de juego del estadio en protesta por la invalidación, siendo reprimido con dureza por la fuerza pública. Su detención catalizó las protestas de los asistentes, al punto que ya no fue posible seguir con el partido.
Entonces, las fuerzas de seguridad tomaron la decisión de lanzar gases lacrimógenos para disipar a la multitud que se había agolpado en la tribuna más alta. Cuando los mismos surtieron efecto, los hinchas que estaban allí comenzaron a arrojarse a las gradas más bajas para ganar aire, pero a riesgo de colapsar totalmente las mismas.
Producto de esto, y más allá del intento desesperado de muchos de los fanáticos de arrojarse al campo de juego, unas 330 personas resultaron fallecidas, todas ellas con signos de asfixia y aplastamiento, en una tragedia que claramente se pudo haber evitado, como también pudo haber sido peor.
Luego de ello, el estadio fue remodelado y la capacidad del mismo reducida hasta los 45.000 espectadores, para evitar que volviera a suscitarse una tragedia de semejantes cifras. En tanto, las acusaciones sobre la actuación de las fuerzas militares, y la posibilidad de que algunos de los muertos presentaran heridas de bala, quedaron en la nada, como mucho de lo que sucedió en Perú por aquellas décadas.

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El gol a Honduras
Mauricio Alonso Rodríguez Lindo, “pipo” para sus compañeros, fue un futbolista salvadoreño nacido en septiembre de 1945, que alcanzó fama especialmente durante las décadas del 60´y 70´, cuyo nombre recorrió el mundo sólo una vez, el 27 de junio de 1969, cuando un gol convertido para su seleccionado en un encuentro ante Honduras, produjo una masacre militar que duró apenas 100 horas, pero que se llevó la vida de unas 5.000 personas en ese lapso.
No obstante, los tiempos y lugares nunca son casuales, como no lo fue tampoco que Rodríguez estuviese allí para desencadenar estos trágicos acontecimientos que, de haberse producido en la actualidad, hubieran tenido un impacto mucho mayor incluso al que tuvieron entonces.
Comenzando desde un principio, debemos decir que Mauricio Rodríguez inició su carrera como extremo derecho en el “Colegio Externado San José”, una institución educativa católica de la “Sociedad de Jesús”, en San Salvador, donde se dedicaba al fútbol para entretenerse en los momentos libres, aunque muchos de sus vecinos comenzaron a ver sus condiciones siendo apenas un niño.

Incluso, en 1960 fue fichado por el “Sport Boys Mejicano”, un club de la zona que no competía oficialmente, pero que se volvió fundamental para que adquiriera sus aptitudes. Esas mismas aptitudes que le llevaron a ser seleccionado para representar a su país apenas un año más tarde, en este caso para la sub17 de El Salvador, comenzando un idilio con su país que ya nunca se detendría.
Luego de disputar algunos partidos junto a sus compatriotas por todo Centroamérica, el Atlante de San Alejo puso su ojo sobre el futbolista, pagando una cifra irrisoria por sus servicios, aunque brindándole una excelente oportunidad de seguir creciendo profesionalmente. A las pocas semanas, el Club Deportivo Futbolistas Asociados Santanecos, conocido como “FAS”, le contrató pero le permitió quedarse hasta fin de año en su equipo.
Sin embargo, a comienzos de 1961, ya se le consideraba un jugador totalmente preparado para la máxima competencia, y logró asentarse en esta institución, aunque rotaba por una cuestión de edad, siendo siempre un fijo en las convocatorias de las diferentes juveniles salvadoreñas.
Su proyección no se detenía, y en 1963, fue a buscarlo el Club Deportivo Universidad de El Salvador o “UES”, que pertenecía desde luego a esta casa de estudios.Allí comenzó a cursar en sus tiempos libres la carrera de Ingeniero Civil, que completaría años más tarde, formando un vínculo muy fuerte con todos los elementos que rodeaban al equipo.
El festejo del gol
Su rendimiento en el campo de juego, al mismo tiempo, era sobresaliente, al punto de convertirse en el máximo goleador de la Primera División de su país con apenas 20 años, en la temporada 1965/66, y destacando también por su gran facilidad para desarrollar acrobáticas maniobras, como “chilenas” o “tijeras”.
Un par de años más tarde, también comenzó a mostrar sus facultades en la selección mayor de su país, ayudando a la histórica clasificación del mismo a los Juegos Olímpicos de 1968 en México, donde incluso se dio el gusto de anotar un gol en el encuentro ante Ghana.
Su nombre ya era conocido en buena parte del continente americano, y a la vuelta de esta competencia, se erigió en uno de los líderes de un combinado de El Salvador que luchaba por acudir a la Copa Mundial de 1970, también en México, por primera vez por méritos propios en su historia.
Luego de eliminar a algunos rivales menores, los salvadoreños debían definir la clasificación al Mundial ante sus vecinos de Honduras, con quienes además se había generado una especie de “clásico”, por las discrepancias políticas entre ambas naciones. Se había programado dos encuentros, atendiendo a la localía de cada uno de los equipos, a jugarse en junio de 1969.
El primero de ellos se disputó el 6 de junio en Tegucigalpa, Honduras. Los locales se impusieron por 1 a 0 en un partido que destacó por la fiereza de sus protagonistas, y se programó la vuelta para el día 15. Se encontraron en San Salvador, donde los locales tenían que ganar para forzar un partido desempate, y no sólo que lo hicieron, sino que por 3 a 0, aunque por la disposición de la Concacaf, la cantidad de goles no tenía mayor significado.
Pero en esas semanas, el ambiente se calentó por demás… “los hinchas apenas nos dejaron dormir en el hotel. Llegó un momento en el que de verdad temimos por nuestra vida. Una varilla de un cohete rompió el cristal de una ventana en la habitación en la que estaba con otros tres compañeros” contó uno de los salvadoreños a su prensa. Al mismo tiempo, se hizo conocida la historia de una tal Amelia Bolaños, de 18 años, que al no poder soportar la derrota de su país ante Honduras en el primer encuentro, se quitó la vida con el arma de su padre.
Firmando un muro en su honor

Fue recién entonces que se anunció el tercer y definitivo choque entre estas selecciones, a jugarse en México, ya que se debía utilizar una ciudad neutral. El primer tiempo finalizó con victoria para Honduras por 2 a 1, pero en la segunda etapa, El Salvador consiguió el empate y el encuentro finalizó sin cambios en el marcador, por lo que se requerían tiempos extras.

Los mismos se disputaron como correspondía, y en el segundo de ellos, “pipo” tomó una pelota suelta en el área, batiendo la salida del portero hondureño y asegurando la clasificación de su país al Mundial a falta de pocos minutos en el marcador. Era un triunfo celebradísimo en su nación, y una revancha personal para él, que había sido lesionado en el primer enfrentamiento, perdiéndose el segundo.
“Hemos roto las relaciones con El Salvador. Posiblemente haya una guerra”. El 27 de junio de 1969, nada más perder en la prórroga sus opciones de figurar en el Mundial, Armando Velázquez, coronel y a la postre embajador de Honduras, adelantó a los futbolistas de su país la que se les venía encima.
“La llamaron injustamente de esa forma. Fue un pretexto que nos pilló en medio. Jamás imaginé la repercusión que tendría uno de mis goles, lo que iba a desencadenar” cuenta igualmente “pipo” Rodríguez a día de hoy en una entrevista a “El País” de España.
La Guerra del Fútbol
Durante estos partidos de fútbol, se había evidenciado el clima caldeado en ambos países, principalmente a partir de la precaria situación social de ambos. La relación entre ellos también venía deteriorada porque Honduras impulsó una reforma agraria en esas semanas, que perjudicaba directamente a la gran cantidad de campesinos que habían trabajado sus tierras, expulsando del país a unas 150.000 personas.
Imágenes de la Guerra

Los gobiernos de ambos países, ante la imposibilidad de dar respuestas puertas adentro, buscaron intensificar el odio contra sus vecinos para desviar la atención. Por esta razón, el 14 de julio, el ejército salvadoreño lanzó un ataque contra Hondura, consiguiendo acercarse a Tegucigalpa, pero tras cuatro días de conflicto armado, la Organización de Estados Americanos negoció un “alto al fuego” que entró en vigor el 20 de julio.

Por su duración, la guerra fue denominada “de las cien horas”, aunque posteriormente Ryszard Kapuściński, reportero polaco, decidió bautizar al conflicto como “Guerra del Fútbol”, por la escenificación de la encarnada lucha entre ambas naciones, que se vio patente casi al mismo tiempo en campos de batalla y de fútbol.
Vida hasta la actualidad
Luego de eso, Rodríguez anunció su retiro de la actividad en 1972 con sólo 27 años, debido a los constantes problemas que sufría en sus rodillas, pero al año siguiente le surgió la posibilidad de entrenar, siendo justamente su primer equipo el UES, desde donde partió en sus categorías inferiores, pasando luego por el Sport Club Molsa y el Sport Club Tapachulteca, antes de llegar al Chalatenango.
En 1979 fue nombrado nuevo entrenador de la Selección de El Salvador tras un interinato al frente de sus juveniles durante un tiempo, y logró la segunda histórica clasificación de su país, en este caso al Mundial de España, y como una paradoja del destino, en medio de una sangrienta Guerra Civil interna que se llevó la vida de unos 75.000 compatriotas en 12 años.
Tras esta competencia, anunció su retiro de la conducción técnica tanto de clubes como de selecciones, para dedicarse de lleno a su empresa de ingeniería, además de desempeñar diversos cargos para el Instituto Nacional de Deportes, INDES.

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El KF Tirana de 1930
El nombre de Selman Stermasi (1908-1976) es fácil de hallar si buscamos información acerca del estadio del KF Tirana, uno de los clubes más importantes de la ciudad capital de Albania, pero poco se sabe en referencia al homenajeado, más allá de que en algún momento fue un destacado jugador del equipo, y probablemente uno de los mejores en la historia de su país.
Lo cierto es que si hablamos del KF Tirana, no podemos no referirnos a quien fue su primer presidente, atacante y también entrenador. Incluso, muchos hinchas del equipo aún hoy se emocionan cuando es nombrado, ya que se trata de un hombre que dejó la vida por la institución que amaba.
Igualmente, de Stermasi no existen mayores datos, ni siquiera se encuentran casi fotos suyas en los buscadores, pero sí existen las historias, esos relatos en los que cobra vida la personalidad de quienes los protagonizaron, y que fueron corroborados por su esposa y su hija más recientemente.
Se sabe, sí, que provenía de una familia adinerada, pero que ello no le alejaba de las clase populares, sino todo lo contrario. A tal punto era generoso, que su casa fue llamada durante buen tiempo como “el comedor”, ya que allí concurrían a alimentarse los demás miembros del equipo. Además era valiente, pues visitó a su novia -y a la postre esposa- Nezihat, cuando estaba totalmente prohibido acudir a la casa de los suegros sin estar casado.
Su casamiento convocó multitudes
Se cuenta, por ejemplo, que una vez en Albania le entrenó un técnico italiano, seguir del “Catenaccio”, quien ordenaba a sus futbolistas que defendieran. A Selman no le gustaba este estilo de juego, al punto de que en un entrenamiento pidió a sus compañeros que fueran más ofensivos. Ante los reclamos de su “jefe”, se tomaron a golpes de puño, en una pelea que tuvo como claro ganador al albanés, para regocijo de los presentes.
Antes había jugado en la Roma de Italia, ya que se encontraba en la ciudad realizando sus estudios en la Academia de Educación Física local, y a su vuelta, consiguió convertirse en el hombre con mayor capacidad de salto en alto de su país, alcanzando el 1,71 metros en 1934, por lo que se convirtió en un ídolo de masas.
Aún en activo, en 1937 se convirtió en el primer presidente del KF Tirana, ya que era entre todos los que conformaban el club, el que mayor amor profesaba por esa camiseta. Para ese entonces, había ganado cuatro de las últimas cinco ligas de Albania con el equipo, y aún le faltarían dos más.
En ese cargo, vendió a Italia a Naim Kryeziu, a quien había descubierto siendo niño, y llevado al Tirana cuando aún era futbolista, logrando un contrato millonario para el jugador a cambio de no recibir dinero él mismo. Pero luego, los italianos prohibieron a Kryeziu visitar a su amigo, a quien no volvió a ver, y años más tarde, se quebró en una entrevista de la televisión de su país ante una foto suya.
Cuando Italia anexó Albania a su territorio, en 1939, Stermasi ya era un hombre experimentado, y por eso desoyó las órdenes de los militares fascistas, que le ordenaron jugar para sus equipos, trasladándose a Bologna, donde se encontraban uno de los grupos más resistentes a “Il Duce”de la península. De hecho, también había organizado varias manifestaciones anti-régimen en Tirana.
Junto a su esposa y su hija Miriam
Desde 1944, y ya regresado, desarrolló también el cargo de entrenador del primer equipo, habiendo cumplido entonces con casi todas las actividades que podía llegar a llevar a cabo alguien dentro de la jerarquía institucional. Al año siguiente, volvió a crear la Federación de Fútbol de Albania, que había sido disuelta.
Pero ya en 1946, se encontró con que ahora los comunistas manejaban el club de sus amores, y habían decidido rebautizarlo “Tirana Sport Club”. El 17 de noviembre, día del debut del nuevo equipo, decidió ser fiel a sus sentimientos, y se retiró del estadio antes de comenzar el encuentro, llorando y arrojando cuanto objeto encontraba a su paso, provocando desde luego una ira terrible en el alto mando comunista.

Su vida desde ese momento se volvió un suplicio, aunque siguió siendo Presidente Honorario hasta 1960. Su esposa recuerda que como no quiso arrepentirse de su conducta, se le negaban los trabajos, y por eso tuvieron que vender sus muebles en el mercado ilegal para poder subsistir. Incluso, decidieron deshacerse de sus objetos más preciados, como los regalos de boda, entre los que conservaron sólo un cuadro que les habían regalado los directivos del club.
El estadio que lleva su nombre
Años más tarde, el ex futbolista y su amigo, Nasi Marjani, le ofreció un puesto de trabajo en una fábrica, donde a pesar de que odiaba su labor, tenía que ganar el pan para su familia. Pero los comunistas llamaron a Nasi, para exigirle que le de un trabajo más pesado aún a Stermasi, y fue confinado a la carga y descarga de vagones, para su vergüenza.
Fallecería finalmente en noviembre de 1976, afectado desde algunos meses atrás por una grave enfermedad en los pulmones. En mayo de 1993, el Gobierno de Tirana decidió que el estadio de Dinamo pasase a ser denominado “Selman Stermasi”, quien además fue nombrado “Maestro del Deporte”.

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Alumni fue probablemente el primer equipo que dominó la escena futbolística en la Argentina. Esto fue en el amateurismo, a comienzos del siglo pasado, y el club ya no existe. Pero un apellido trascendió la historia del mismo, rompiendo con cualquier esquema y estadística hasta la actualidad, y también forjándose como la base de un deporte que se respira en cada rincón del país.
El Alumni de los hermanos
Es que si uno habla de Alumni, de los apenas 15 años de existencia de Alumni, no puede no referirse “a los Brown”. Y no porque hubiera un futbolista del equipo que portara ese apellido, ni dos, ni tres. Sino que los Brown eran siete hermanos, todos titulares durante aquellas época, y que además tenían un primo futbolista, aunque nunca jugó con ellos.
No era de extrañar, su abuelo, James Brown, se había trasladado junto a su esposa Mary Hope desde el pueblo escocés de Leith hasta Monte Grande, aunque cuando el asentamiento de británicos en el que vivían colapsó, decidieron trasladarse a un descampado de San Isidro. Sus nietos, hijos de Diego Brown, catorce en total y once varones, conocían el fútbol gracias a la escuela a la que asistían, aunque desde pequeños ayudaban a sus padres en las plantaciones que poseían.

El tercero mayor de ellos, pero el más famoso y según se cuenta, el que más talento tenía, era Jorge Gibson Brown, “el Patricarcho”; nacido en abril de 1880, comenzó su carrera siendo muy pequeño en el equipo de la misma escuela en la que estudiaba, el Buenos Aires English High School, más concretamente para su equipo reserva, y cuando terminó sus conocimientos, pasó a jugar en Lanús, que se había establecido hacía poco tiempo en la zona sur de la Capital.
En 1899, dos años más tarde, regresaría a su antiguo equipo, que se había profesionalizado, pasando a llamarse Alumni. Desde ese momento, y hasta 1911, formó parte de esta institución, logrando ganar una serie impresionante de títulos: nueve campeonatos de la Primera División Argentina, tres Copas de Competencia Jockey Club y dos Copas de Honor Municipalidad de Buenos Aires.
Jorge Brown

Pero ya volveremos a Jorge, porque mientras tanto, se habían sumado a Alumni sus hermanos Alfredo, Carlos, Eliseo, Tomás, Juan y Ernesto, “el pacífico”; quienes si bien no tuvieron su misma participación, sí estuvieron presentes en buena parte de estas competencias, las únicas “oficiales” que se disputaban en Argentina.

Destacaba entre ellos particularmente Carlos, quien se había formado en Inglaterra durante una serie de giras con los juveniles del club. Pero tampoco terminaba allí la costumbre familiar, ya que Diego Brown, su padre, también había sido profesional, al igual que el primo materno, Juan Domingo Brown.
Durante este tiempo, la Selección de Argentina estaba formada principalmente por jugadores de Alumni y otros clubes importantes de la capital, por lo que no era de extrañar que varios de los Brown formaran parte de la convocatoria. En este apartado, también Jorge fue el más destacado, completando 23 de las 44 presencias en representación de su país que completaban los cinco, ya que Tomás y Juan nunca fueron convocados.
En 1911, Alumni ya había dejado de competir, pero los pocos miembros que quedaban aún de la comisión directiva dos años más tarde, decidieron realizar una última asamblea, para anunciar el cese definitivo de actividades del club. Jorge, bandera insignia de su paso inmaculado por el fútbol local, era el tesorero, y el primero en dolerse en su alma. Incluso, donó los 12.322 pesos que quedaban en la caja, al Hospital Británico y el Patronato de la Infancia.
No obstante, vivía de jugar al deporte que amaba, y arregló un contrato con Quilmes, el club de raíces más británicas de los que aún competían, y donde jugó entre 1912 y 1914, cuando entendió que su carrera había llegado a su fin. Pero, para no perder la costumbre, en su primer año en el “cervecero”, se adjudicó el Torneo de Primera División, que ganaría finalmente en diez oportunidades.
Argentina, 1908. Cuatro de los Brown titulares.
Pero esa misma temporada, no pudo con su genio, y se enroló en el Buenos Aires Cricket Club, mostrando también sus dotes para este deporte, cuyas capacidad había aprendido de sus tradiciones inglesas. En total, se dedicó 13 años a esta actividad, disputando siempre junto a sus compañeros la denominada “Liga de los Sábados” que todavía estaba vigente.
Por supuesto que todos han fallecido, pero su compañero Carlos Lett los recordaba de esta manera en su momento: “El secreto de su éxito se debió a la amistad que existía entre los jugadores, más que a la habilidad de sus componentes. En este juego una gota de mala sangre entre dos de los jugadores pronto afecta a todo el team, cosa que nunca sucedió, debido, en gran parte, al carácter de los hermanos Brown, y muy especialmente al de Jorge”.
No caben dudas hoy en día del aporte de los Brown al fútbol argentino. Después de todo, cuando hablamos de Alumni, lo hacemos del primer equipo compuesto en su mayoría por nacidos en el país que pudo superar a los británicos, marcando un récord de diez campeonatos en once años, y logrando, a un siglo de su desaparición, ser recordado con los laureles que otros no tendrán nunca.

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En el Norwich City
Este futbolista inglés de origen nigeriano fue el primero de raza negra en ser comprado por algún equipo de la Premier League en millón de libras, y luego de ello también se convirtió en el primer futbolista de cierto reconocimiento en confesar su homosexualidad, lo que le trajo persecuciones, aún más discriminación, y la idea en el aire de que sí, Fashanu era demasiado valiente para este mundo.
Pero la vida de Justin pasó por muchísimas instancias que merecen ser contadas. Afincado su padre abogado, nacido en Nigeria, en el barrio de Hackney, en Londres, nuestro protagonista nació en febrero de 1961. Pero rápidamente los malos augurios se harían presentes en su vida. Sus progenitores se separaron y tanto Justin como su hermano menor John, fueron enviados a un orfanato llamado Bernardo´s.
A los seis años, ambos fueron adoptados por una pareja local, Alf y Betty Jackson, quienes les educaron en Shropham cerca de Attleborough, Norfolk, donde vivían. Allí rápidamente comenzaron a practicar distintos deportes a pesar de las burlas de sus vecinos, y destacan especialmente en el boxeo, sobre todo Justin.

Sin embargo, sus padres adoptivos preferían que practicaran otro deporte, por lo que le instaron para que se probase en el Norwich City, y gracias a sus grandes condiciones atléticas, junto con lo aprendido en las calles del norte, quedó sin problemas en la juveniles del equipo. Justamente, en la temporada 1978/79, hizo su debut en Primera División, ante el West Bromwich Albion, donde tendría grandes actuaciones. Igualmente, fue cedido al Adelaida City de Australia, para ganar minutos de juego.
En el Nottingham Forest
De hecho, en la temporada 1979/80 ganó el premio al gol del año que entregaba la BBC gracias a un tanto espectacular convertido frente al Liverpool, y totalizando 35 anotaciones en 90 encuentros con los londinenses, fue llamado por el prestigioso entrenador Brian Clough para incorporarse al Nottingham Forest, que pagó un millón de libras esterlinas para que sustituyese a Trevor Francis, convirtiéndose en el primer futbolista negro por el que se pagó esa cifra.
El problema entonces fue que Clough, tradicionalmente conservador, se enteró de que Justin visitaba los fines de semana discotecas y bares de corte gay, lo que le molestaba por esa inclinación, y no por la desobediencia profesional, ya que todos los demás compañeros también salían cuando tenían tiempo.
La falta de relación entre ambos era cada vez más notoria, y acentuó la distancia entre Fashanu y su mejor nivel, al punto de que por sus bajos rendimientos, además de su condición, Clough llegó a separarle de los entrenamientos del equipo. Posteriormente, el entrenador reveló en su libro autobiográfico que habían discutido y que le había reprochado el acudir a sitios para homosexuales.
Por eso en agosto de 1982 fue vendido al Southampton, donde jugó apenas nueve encuentro, pero llegó a marcar tres goles, una buena cifra considerando que casi siempre era suplente, y a mitad de temporada el Notts County fue a buscarle y se lo llevó, aunque por sólo 150.000 libras. En este equipo sí logró continuidad, siendo bastante querido por los hinchas, y en 1985 fue transferido al Brighton & Hove Albion, por 115.000 libras.
Sin embargo, en uno de sus primeros entrenamientos con su nuevo equipo, Justin sufrió una terrible lesión en la rodilla. A sus 24 años, su carrera había conocido el éxito y el ocaso, la adoración y el ostracismo. Por eso apenas si jugó en este club, y como no encontraba su ambiente en Inglaterra, decidió salir nuevamente del país, aunque en esta ocasión con destino a Estados Unidos.
Su portada en “Gay Times”

Llegó a América en 1988, para jugar primero en Los Ángeles Heat y luego en los Edmonton Brickmen, disputando 38 encuentros en dos años, y más allá de que no recuperó su mejor nivel, le surgió una nueva oportunidad en la Premier, de la mano del Manchester City. Pero con los “ciudadanos” apenas jugó dos encuentros, lo mismo que le ocurrió seis meses más tarde en el West Ham.

Desde allí, en el siguiente año y medio, jugaría menos de 15 encuentros en distintos equipos, sumando a su carrera al Leyton Orient, el Hamilton Steelers, el Southall, el Toronto Blizzard, el Leatherhead y el Newcastle; hasta que adquirió algo de continuidad en el Torquay United, donde llegó a convertir 15 goles.
Luego pasaría al Airdrieonians de Escocia, el Trelleborg de Suecia, el también escoces Heart of Midlothian, antes de volver al Adelaida City, que a su vez le transfirió al Miramar Rangers de Nueva Zelanda, y de éste al Atlanta Ruckus norteamericano, donde cerró su carrera de forma oficial, en 1997, habiendo protagonizado traspasos que no llegaban ni a los 50.000 dólares en el tramo final de su carrera.
La estrella de aquel joven que había sabido brillar con las selecciones juveniles ingleses se había apagado poco a poco, y se mantuvo en la sombra hasta 1990, cuando a través de una entrevista para el tabloide británico “The Sun”, Fashanu decidió revelar su homosexualidad, que ya era un secreto a voces, para convertirse en el primer jugador de nivel profesional en hacerlo, cuando aún era un tema tabú.
El problema fue que Justin se pasó en algunas de sus declaraciones, como al indicar por ejemplo que había pasado una noche con un miembro del parlamento conservador casado. A partir de allí, una gran parte de la sociedad londinense, donde estaba viviendo, se volcó completamente en su contra, incluyendo a varios futbolistas que fueron sus compañeros durante su carrera.
Incluso, y para mayor deshonra de Justin, su hermano John quiso contar “su propia verdad” al mismo periódico, concediendo una nota que fue titulada “John Fashanu: mi hermano gay es un paria”, algo que hizo sumir en una profunda depresión al atacante. En los siguientes meses, historias inventadas en torno a sus salidas nocturnas inundaron las páginas de The Sun, a sabiendas de que los lectores estaban ávidos de noticias al respecto, algo que el denunció luego a la revista “Gay Times”.
El Fashanu Justin All Stars

Por algunos años, y luego de este incidente, su vida se volvió un tormento tras otros. Sumido en deudas, había tenido varias multas con sus automóviles, y sus últimos clubes le habían acusado de querer vender historias a la prensa, algo “poco profesional”.

Fashanu, que se había animado a traspasar todas las fronteras que un negro y un futbolista podían imaginar hasta ese momento, pasó a ser un recluido social en la última parte de su vida, hasta que 25 de marzo de 1998, un joven de 17 años declaró a la policía que el ex futbolista lo atacado sexualmente en Estados Unidos, donde se encontraba, y si bien se le interrogó, no había pruebas para arrestarlo.
Pero Fashanu no lo sabía, y regreso a Inglaterra para alejarse de todo el escándalo, aunque su mente ya estaba totalmente ciega. De hecho, en la mañana del 3 de mayo de 1998, fue encontrado ahorcado en un garaje abandonado en Shoreditch, Londres, que había asaltado tras visitar la sauna gay Chariots Roman Spa.
Sólo dejó una nota en la que indicaba: “Me he dado cuenta de que ya he sido condenado como culpable. No quiero ser más una vergüenza para mis amigos y familia. Espero que el Jesús que amo me dé la bienvenida y finalmente encuentre la paz”.
Increíblemente, la “justicia social” que se había llevado la vida de Justin, logró también que ningún otro futbolista se declarara homosexual hasta el 2008, cuando lo hizo el francés Olivier Rouyer. Actualmente, también se le ha homenajeado con la creación del equipo El Fashanu Justin Stars, que cuenta con el apoyo de la FA, y que es la cara de la lucha por la inclusión de futbolista homosexuales en Gran Bretaña.

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Diego Maradona es la referencia inevitable para todos los argentinos, y también para buena parte del mundo futbolístico. Es por esto que si consideramos que un jugador, sin llegar a su esplendor, es considerado como “el Maradona que no fue” nos encontramos como mínimo ante una historia que tiene mucho para dar, y en definitiva esa es la de Tomás Felipe Carlovich.

De hecho, cuando el astro de Villa Fiorito llegó a Rosario para debutar en Newell´s, un periodista le  habló del orgullo de la ciudad por recibir “al mejor del mundo”, a lo que Maradona replicó: “El mejor jugador ya jugó en Rosario y es un tal Carlovich”.

Siendo el séptimo hijo varón de un plomero yugoslavo, el “Trinche”, como le conocían, nació el 20 de abril de 1949 en el Barrio Belgrano de la ciudad de Rosario, ingresando a las divisiones inferiores de Rosario Central cuando apenas tenía 14 años, y ya maravillaba a sus vecinos por la facilidad que tenía para deshacerse de sus rivales en los campos y potreros locales, que se cansaron de ver jugadas maravillosas naciendo de sus pies.

Llegada su juventud, Carlovich era toda una celebridad en buena parte de Rosario, y se había hecho común que una gran cantidad de gente se juntara en los encuentros que jugaba todavía en su barrio con sus amigos por la noche, los que más disfrutaba según su propio testimonio, y donde agasajaba a los espectadores, con esa facilidad pasmosa que tenía para meter caños y repartir la pelota, desde su posición de volante central.

Sin embargo, por su carácter introvertido no terminaba de adaptarse a las inferiores, y por eso fue cedido a Sporting de Bigand, donde salió campeón de la Liga Deportiva del Sur.

Igualmente, pasó el tiempo, y en medio de un profesionalismo en Argentina mucho más “amateur” que el que conocemos hoy en día, el “Trinche” llegó a la Primera División a pesar de que no era demasiado apegado a los entrenamientos, y que no poseía un gran sacrificio a la hora de perseguir rivales en el campo de juego. Sus fundamentos estaban basados plenamente en lo que su talento le proveía en una cancha y el era feliz de ese modo.

Con su característica barba

Debutó en Rosario Central en 1969, pero la gran cantidad de jugadores más experimentados que había en el puesto determinaron que Carlovich tuviera que marcharse de la institución para pasar a Flandria, un conjunto de mucha menor tradición del ascenso, donde sin embargo sí disfrutaría de los minutos de juego que se le negaban en su ciudad.

Allí el mediocampista comenzó a mostrar sus dotes, aquellas que le habían hecho famoso entre sus hermanos rosarinos, y aunque estaba satisfecho futbolísticamente, extrañaba horrores el juntarse con sus amigos luego de los entrenamientos. Por eso mismo a comienzos de 1972 pidió ser transferido, y se fue, pero a Independiente Rivadavia de Mendoza, también de las categorías menores, pero con mayor tradición que Flandria.

En este conjunto Carlovich volvió a hacerse con un hueco entre los titulares sin mayores problemas, y disputó uno de los más grandiosos encuentros en la historia de la institución, cuando en un amistoso, la “lepra” venció ni más ni menos que al Inter de Milán por 4 a 1, con una actuación de aquel desgarbado “5” que deslumbró a los italianos.

Pero él seguía sintiéndose lejos de casa, y por eso una temporada más tarde regresaría a su Rosario, para sumarse a Central Córdoba, también del ascenso, y que a la postre sería el club con el que más se le identificaría. Allí permaneció, en una primera etapa, entre 1973 y 1975, convirtiéndose en ídolo total de los fanáticos.

A ello contribuyeron varios factores, como su simpleza, o también el recordadísimo “partido del ´74”, cuando la selección de Argentina que se preparaba para la disputa del Mundial de Alemania organizó un encuentro amistoso ante un combinado de Rosario, formado por cinco futbolistas de cada uno de los dos clubes más grandes, Central y Newell´s, y el mismo Carlovich.

Por aquel entonces, la ciudad pasaba por una época gloriosa que fue denominada “la edad de oro” del fútbol local, con futbolistas como Mario Kempes, figura posteriormente en el Mundial de 1978, Daniel Killer, Mario Zanabria, y Carlos Aimar, además claro del “Trinche”. El partido se jugó en cancha de Newell´s, y al finalizar el primer tiempo, los rosarinos ganaban por 3 a 0, con una formidable actuación de Carlovich, que había dado una lección a muchos de los considerados mejores del país en su puesto.

El equipo campeón de 1973

Por este mismo motivo, en el entretiempo del enfrentamiento, Vladislao Cap, entrenador del combinado albiceleste, pidió que Carlovich saliera del terreno de juego, para evitar una diferencia mayor. Él accedió, el partido terminó 3 a 1, y sería ovacionado por el público local, que lo había acuñado como propio desde hacía tiempo.

Luego del enfrentamiento, la revista “El Gráfico”, principal en periodismo deportivo en Argentina, le nombraría por primera vez en un pequeño apartado, en el que recogía la palabra de su entrenador en el amistoso, Timoteo Griguol, quien manifestó: “es un fenómeno de jugador, pero no le gusta el sacrificio, por eso no triunfó. Jugaba conmigo en Central y prefería irse de caza o de pesca. ¡Qué lástima!”.

Sin embargo, ya era toda una celebridad en aquel momento, y su nivel era tal que los directivos de Central Córdoba le habían firmado un contrato en el que, por cada caño que metiera en los partidos, le aumentarían la prima a fin de año. Incluso, en un par de encuentros, se sentó sobre el balón en medio del partido, algo que según sus propias palabras, lo hacía “para descansar, no para burlarme”.

En 1976 le tocó volverse a Central, pero tampoco fue tenido en cuenta ya que era “demasiado vago” para la Primera, y por eso terminó en Deportivo Maipú, gracias al buen recuerdo que había dejado en Mendoza tras su paso por Independiente Rivadavia. Pero su amor por Rosario puedo más, al punto de que en una ocasión se hizo expulsar de un encuentro para retirarse antes y no perder el micro que le llevaba a su ciudad para pasar el fin de semana.

Carlovich actualmente

De todas maneras, su recuerdo seguía volando alto desde hacía un par de años, y le llegó una citación de César Luis Menotti para integrar la preselección de Argentina de cara al Mundial de 1978, pero cuando el equipo se encontraba concentrado en Buenos Aires, y cansado de la concentración, se fue a pescar por la costanera porteña, algo que nunca le fue perdonado.

Luego de ello, Colón de Santa Fé llamó a su puerta para darle la oportunidad que tanto estaba esperando, en la Primera A. El problema fue que al poco tiempo despidieron al entrenador que le había pedido, llegando en su lugar Juan Urriolabeitía, quien le pedía que corriese para recuperar la pelota, y que se deshiciera rápidamente de ella.

Carlovich no lo toleró, y se retiró lesionado de tres encuentros de forma consecutiva, antes de regresarse a Rosario. “El doctor me hizo bajar los pantalones y cuando me vieron la pierna negra se quedaron mudos. Se dieron cuenta que yo les decía la verdad. A mí me molestó que no me tuvieran confianza y pegué la vuelta al barrio” afirmó luego de un tiempo.

Tras abandonar la élite del fútbol argentino, la carrera de Carlovich comenzó a apagarse poco a poco, a pesar de regresar en buen nivel a su querido Central Córdoba, donde jugó de 1980 a 1983, volviendo para retirarse tres años más tarde, a modo de despedida. En el club consiguió los ascensos y campeonatos de 1973 y 1982, siendo clave en ambos títulos.

Una vez retirado, siguió ligado al fútbol al punto de haber entrenado en un par de ocasiones a Central Córdoba con resultados irregulares, aunque lo había hecho más como una ayuda a los directivos por amor a la camiseta, que producto de su entrega hacia la conducción técnica.

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